Reseña del libro:
URIBE Celis,
Carlos. La mentalidad del colombiano. Cultura y sociedad en el siglo XX. Santafé
de Bogotá: Ediciones Alborada, 1992. 209 p.
Carlos
Uribe Celis profesor de sociología en la Universidad Nacional de Colombia -al
momento de redactar y publicar el libro “La mentalidad del colombiano. Cultura
y sociedad en el siglo XX”-, nos presenta una obra destinada a desarrollar un
tema bastante conflictivo: la identidad nacional. Tomando mano de múltiples
recursos, presenta un breve escrito que agrupa las cuestiones que él considera,
son los aspectos que más influyeron en la construcción de un “ethos” o un
espíritu cultural en la sociedad colombiana en el siglo XX. Tal como lo intentó
hacer aquella tercera generación de la escuela de los anales para la década de
los 70, el profesor Uribe se interesa por los complejos mentales que inundaron
la conciencia colectiva del siglo aún inacabado en el que vive. La cercanía
entre su objeto de investigación y su verdadera realidad temporal le facilitan
el conocimiento de las expresiones sociales que imperan en su medio, siendo
esto una de las ventajas más claras de la obra.
Dividendo
su libro en tres partes: “Cultura y vida cotidiana: principios de siglo a los
años 60”; “Mentalidades” y “Sobre la identidad”, pretende establecer un orden
cronológico de los sucesos que para él han sido fundamentales a la hora de establecer
un comportamiento social colectivo. La primera división presenta todo un esbozo
de los diferentes desarrollos culturales que se dieron en cada época desde
inicios del siglo hasta los años 60. Todo el proceso va estar marcado por la
descripción de una serie de temas precisos: la economía, la arquitectura y el
urbanismo, la pintura y la escultura, la novela, el teatro, la poesía y todo el
compendio de la vida cotidiana dándole gran importancia al tema de la moda. El
relato es bastante breve y preciso, muestra puntualmente la ruralidad de la
población en la primera década, la timidez en el avance de las estructuras
urbanas y de los medios de transporte de los años 20, la profundización de las
corrientes modernizantes gracias al aumento de la capacidad adquisitiva y por
ende a los medios comunicativos que rebosaban de ideas moderna. El interés de
la población en mostrarse el mundo por medio del turismo, intentando generar
ese sentimiento que algunos llaman “nacionalismo” exaltado por el conflicto que
se tuvo con Perú en los años y la des-regionalización del país de los 30. La
década de los 40 va a estar enmarcada totalmente por la injerencia de la nación
en la economía mundial, los procesos de diversificación del empleo y la
materialización de los movimientos obreros, aunque aún muy calmados. En la
década de los 50 la mayoría de la población pertenecía a lo urbano, la
televisión, la radio y el cine eran elementos asequibles a gran parte de la
nación y todos estos elementos cobraban vida en las conciencias colombianas. El
impulso de la rebeldía de los 60 que se presentó en Estados Unidos trajo
algunos matices a la ya comunicada nación colombiana, las expresiones
anti-conservadoras se veían ilustradas en la moda de las mujeres y la
agresividad de las masas obreras. Al
final de este apartado le dedica un gran esfuerzo a especificar su metodología
con respecto a los cálculos que presentaba sobre los estratos sociales,
basándose en censos clasifica a la población en dos estratos Medio alto y
bajo, es aquí donde se muestra una de
sus falencias, que él en algún lugar del prólogo había revelado: Bogotá como
única muestra de actitud social. Está claro que como capital, Bogotá sería el
ambiente más representativo de la “mentalidad colombiana”, pero esto sería
pasar por alto los regionalismos que siempre han existido y existirán, además,
es incorrecto establecer a Bogotá como un centro de llegada de expresiones
modernas, ya que son los puertos los destinos más lógicos de las ideas
exteriores, por ende lo que llegaría a Bogotá sería una cuestión ya
transformada y tergiversada de su verdadero contexto de llegada: las zonas
costeras. O sea que plantear el origen de una condición cultural en la capital
no sería conveniente.
La
segunda parte: “Mentalidades” se encarga de plantear y describir los procesos
que se dieron después de la década de los 60 en forma de ideologías políticas,
así el conservadurismo, el liberalismo, el fenómeno de la violencia y la
cultura que se estableció como moderna, se mantienen como las temáticas
fundamentales estableciendo algunas consideraciones acerca de la manera como se
desarrollaron y su incidencia tanto en la violencia como en la cultura moderna.
La
tercera parte recorre todo el proceso que ha relatado desde principios de siglo
y es donde relaciona la actividad histórica y las posibles interpretaciones que
dan cabida en las mentalidades a raíz de las diferentes expresiones culturales.
De cada década expone el factor imperante de la actitud social permitiendo
establecer relaciones entre la economía y la actitud social, mostrando como el
aumento de la capacidad adquisitiva cambió completamente el modo de actuar
social, dotando a los individuos de más asequibilidad a las ideas que se
generaban en el exterior por medio de la radio y la televisión, generando en
ellos una conciencia de más agresividad política, así después de la danza de
los millones los obreros cobraron más importancia por medio de la movilización
social.
Para el
profesor Uribe la identidad social no es algo que se pueda determinar para
quedarse, es un asunto que se dejar ver a través de las expresiones culturales
y las pautas sociales que puede ser en una época de un modo y cambiar
substancialmente en la siguiente, pero siempre permaneciendo bajo un hilo
conductor que relata la verdadera actitud social. Los cambios se dan, pero en
Colombia no son transformaciones radicales, las bases se quedan. Así las ideas
que se presentaron como liberales tenían tintes conservadores, entonces se
creaban formas de ampliación y modernización económica pero el Estado estaba al
control, se intentaba secularizar el país pero Dios siempre estaba presente en
todos los ámbitos, se pretendía combatir con academicismo pero los discursos
terminaban siendo sistemas de satanización ideológica y religiosa, en fin se
pretendía una actitud moderna a través de los amplios desarrollos tecnológicos
y de ideas en un papel, pero la
mentalidad social no estaba preparada para otro tipo de consideraciones a las
tradicionales. De esta manera un liberal colombiano podía permitirse una vida
católica fuerte, porque la estructura social daba pie para armonizar lo que en
sus fundamentos, era totalmente irreconciliable.
Tanto
como una innovación metodológica para el mundo de la investigación no es -ya
dos décadas atrás, el historiador francés Philippe Àries había advertido sobre
la importancia de otras fuentes más tridimensionales (Véase: “Historia de la Muerte en Occidente. Desde la Edad Media a Nuestros
días”) para la historia de las mentalidades-, sin embargo en Colombia el
rescate a nuevas fuentes documentales como la pintura o la literatura -que son
elementos fundamentales en el texto del profesor Uribe- es un proyecto
completamente reformador, ya que cada
elemento material que surge en una época lleva impreso el sello de la
mentalidad bajo la cual se desarrolló, siendo entonces cualquier objeto una
fuente de gran valor analítico a la hora de generar una investigación. Las reflexiones acerca de las obras
literarias generan otro tipo de visión olvidada –o nunca usada- en el estudio
tanto histórico como sociológico; los ambientes bajo los cuales se desarrollan
los personajes, las actitudes con respecto a algunas situaciones y los temas
que se manifiestan en la novela literaria son una muestra relevante del
pensamiento que se estaba desarrollando al momento de escribir la obra, este es
un aporte que no hay que pasar por alto. El valioso intento de Uribe Celis por
recuperar el conjunto mental de una sociedad a través de sus expresiones
materiales no necesariamente documentales, es el elemento más exponente del
escrito. Otro caso bastante particular es la importancia que le da al tema de
la moda, más que todo en la mujer, revelando las actitudes arribistas de
aquella élite que aún quería mostrar su superioridad jerárquica vistiéndose con
textiles extranjeros. Además los cambios mentales que se dieron con respecto al
conservadurismo femenino, cuando el cargado ropaje del XIX empezó a cambiar,
influenciado por los movimientos modernos que se desarrollaban en el exterior.
El
establecimiento de algunos ejemplos para trazar un punto de encuentro entre lo
que se expresa y lo que se vive –Novela literaria, pintura y arquitectura-, es
un proceso muy bien logrado. Los censos como medio para establecer la condición
social en cuanto a estratos sociales son un elemento bastante distintivo.
El libro
es un recurso muy valioso acerca de las variaciones en las pautas culturales
que ha tenido la sociedad bogotana –una pequeña parte la antioqueña-, no la
colombiana. El título es tal vez muy ambicioso pero su contenido es un
excelente medio para acceder a estas consideraciones culturales y mentales de
la sociedad del siglo XX. Aunque en algún fragmento le dedica tiempo establecer
una actitud general en materia religiosa acerca de cómo no tener un imperio tan
fuerte -como el Inca en Perú- que contrarrestara la influencia hispana o un
proceso de injerencia norteamericana o lucha por la soberanía de México que
creara un talante más nacionalista en la población, condicionó la actitud
colombiana a entregarle su sistema de verdad al dogma católico y su soberanía
al control exterior, intentar hacer un estudio sobre una cuestión mental es un
proceso que requiere más que la investigación de un siglo. Las actitudes se
forman desde el origen de los individuos en una sociedad, y desde el origen de
esta sociedad misma y es allí donde se debe empezar a realizar este tipo
indagación, son más las permanencias en el sustrato las que perduran y son
estas las que definen verdaderamente la actitud del colombiano.
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